Lo que hace algunos años era un problema ambiental, hoy se ha convertido en un emblema de sostenibilidad urbana. La Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) Las Esclusas, en apenas su primer año de operación contractual, se ha consolidado como un modelo de innovación en el país, demostrando que las aguas residuales no solo pueden ser tratadas, sino también transformadas en energía y agua reutilizable.
Desde agosto de 2024, la planta generó casi 4 millones de kilovatios hora de electricidad a partir del biogás obtenido en el tratamiento de lodos. Esta producción permitió cubrir el 72,91% de la energía necesaria para su funcionamiento, equivalente al consumo anual de 2.200 hogares promedio de Guayaquil. El impacto no es únicamente ambiental, sino también económico: gracias a esta autosuficiencia energética, la operación alcanzó un ahorro cercano a los 298 mil dólares en apenas un año, reduciendo la dependencia de la red eléctrica y reforzando la sostenibilidad financiera del sistema.

El proceso detrás de este logro combina tecnología y eficiencia
El lodo extraído del agua residual es conducido a un digestor anaeróbico, donde se produce biogás. Ese gas se almacena en un imponente gasómetro de más de 20 metros de altura y luego es enviado a cogeneradores que lo transforman en electricidad. Así, lo que antes era un desecho contaminante se convierte en energía limpia que alimenta el propio corazón de la planta.
Otro aspecto clave es la reutilización del agua. En el último año, Las Esclusas recuperó casi 500 mil metros cúbicos de agua (equivalentes a 24 millones de bidones de 20 litros) que fueron empleados en sus procesos internos. Esta práctica reduce el uso de agua potable y optimiza los recursos hídricos de la ciudad, sumando un beneficio adicional en un contexto global donde la gestión eficiente del agua es una prioridad.
Con estos resultados, la planta no solo mejora la calidad del saneamiento en Guayaquil, sino que se proyecta como referente nacional de economía circular. El mensaje es claro: aquello que alguna vez fue un pasivo ambiental puede transformarse en un motor de sostenibilidad, con beneficios directos para el ambiente, la salud pública y la eficiencia urbana.