La reciente implementación de leyes que prohíben los plásticos de un solo uso en varios países de América Latina ha despertado una serie de inquietudes, no solo sobre los impactos ambientales, sino también sobre las repercusiones para la industria del plástico y los empleos que de ella dependen. En Colombia, por ejemplo, esta medida se ha sumado a las ya existentes en países como Chile y México, y ha generado un debate en torno a los posibles efectos colaterales de esta iniciativa.
Frente a estas preocupaciones, el Dr. José Montoya Belmonte, Ingeniero industrial y docente de la Maestría Oficial en Economía Circular y Desarrollo Sostenible de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), ofrece una perspectiva optimista. Según Montoya, lejos de representar una amenaza, esta prohibición puede ser vista como una oportunidad para la transformación y modernización de la industria del plástico en la región.
Transformación, no desaparición
Contrario a lo que algunos temen, el Dr. Montoya subraya que la prohibición de los plásticos de un solo uso no significa la muerte de la industria plástica. «El plástico no va a desaparecer tan fácilmente», afirma. «Las empresas deben invertir en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) para mejorar y adaptar sus instalaciones a la fabricación de plásticos nuevos, utilizando un porcentaje de material reciclado o incorporando características como la reducción de micraje.»
Este enfoque de adaptación ya se está observando en algunos sectores. En Colombia, los fabricantes de bebidas embotelladas han reducido el grosor del plástico utilizado en sus productos y han revitalizado la cultura del envase retornable. El vidrio, un material tradicional, está recuperando terreno en el mercado de bebidas, lo que demuestra que la transición hacia prácticas más sostenibles es posible y beneficiosa.
Retos hacia un futuro sostenible
Sin embargo, Montoya reconoce que la transición no estará exenta de desafíos. Para que la industria plástica se alinee con un futuro sostenible, las empresas deberán enfrentar cuatro retos clave:
Compromiso institucional: Las empresas deben cumplir con los objetivos establecidos por los Gobiernos y adherirse a las nuevas normativas ambientales, a pesar de que la legislación sanitaria sea un proceso lento y complejo.
Investigación y desarrollo: Es crucial que los fabricantes busquen nuevas materias primas y desarrollen productos sostenibles que mantengan la eficiencia, al tiempo que aprovechen incentivos económicos para lograr estos cambios.
Reingeniería de procesos: La producción debe transformarse para reducir el impacto ambiental, lo que no solo beneficiará al planeta, sino que también podría aumentar la rentabilidad de las empresas.
Nuevos modelos de negocio: La creación de empresas que ofrezcan alternativas innovadoras a los plásticos contaminantes, utilizando materiales como el cartón y el papel, será esencial para mantener la viabilidad del mercado.
Además, Montoya destaca la importancia de la educación al consumidor como un elemento crucial en esta transición. Las empresas tienen la responsabilidad de concienciar a la sociedad sobre el uso responsable del plástico y promover cambios en los hábitos de consumo.
El plástico sigue siendo un motivo de preocupación ambiental
A pesar de las oportunidades que esta transición ofrece, no se puede ignorar el grave impacto ambiental del plástico. Un plástico convencional puede tardar hasta 400 años en degradarse, y aunque eventualmente se descompone, las micropartículas resultantes terminan en los ecosistemas, afectando tanto a la vida silvestre como a los humanos.
«La producción de plástico contribuye al calentamiento global debido a las emisiones de gases de efecto invernadero, y su incineración libera vapores tóxicos que perjudican la salud», explica Montoya. Además, estudios recientes han detectado microplásticos en especies marinas que son consumidas por humanos, lo que puede ocasionar graves problemas de salud como alteraciones endocrinas e infertilidad.
Ante estos hechos, el Dr. Montoya hace un llamado a la calma y a la acción. Es crucial que la sociedad y las empresas trabajen juntas para superar los desafíos que plantea la prohibición de los plásticos de un solo uso y avanzar hacia un futuro más sostenible y saludable para todos.