En la última década, los diagnósticos de autismo en la infancia han aumentado visiblemente. Esta tendencia, lejos de significar una epidemia, refleja una mayor conciencia, mejores herramientas diagnósticas y una comprensión más amplia del trastorno del espectro autista (TEA). Así lo sostiene el Dr. José Vicente Montagud Fogués, docente e investigador de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), quien enfatiza que lo que ha cambiado no es la prevalencia del autismo, sino nuestra capacidad para detectarlo.
«En las últimas décadas, se ha ampliado la definición clínica del TEA, lo que ha permitido identificar casos que antes pasaban desapercibidos», explica Montagud. El incremento de evaluaciones tempranas, el avance en la investigación científica y la sensibilización social y médica han contribuido significativamente a esta realidad. Ya no se trata solo de detectar a los niños con síntomas más evidentes, sino de comprender que el autismo puede manifestarse de múltiples maneras, en distintos niveles y contextos.

A esta transformación ha contribuido también un cambio de paradigma: el autismo ya no se entiende como una enfermedad, sino como una condición neurodiversa. Por ello, el foco ya no está en “normalizar” a quienes lo presentan, sino en adaptar los entornos educativos, familiares y sociales para promover una verdadera inclusión.
No obstante, los desafíos persisten, sobre todo en regiones con menos recursos. Muchas familias carecen de acceso a diagnósticos oportunos, terapias adecuadas y apoyos escolares, lo que retrasa la intervención y dificulta la calidad de vida de los niños. Las barreras económicas, sociales y burocráticas también juegan un papel determinante.
En el ámbito académico, la falta de estandarización de criterios diagnósticos y herramientas de evaluación sigue siendo un obstáculo. Las estadísticas, por ello, aún presentan vacíos importantes, especialmente en países con menos infraestructura para el seguimiento clínico y social del autismo.

Montagud concluye con un llamado a la acción: “Adaptarse implica, sobre todo, informarse, construir redes de apoyo, y fomentar entornos inclusivos tanto en el hogar como en la escuela. La sociedad debe asumir el compromiso de ofrecer recursos adecuados, políticas públicas inclusivas y un enfoque respetuoso de la diversidad neurocognitiva”.
Así, el aumento en los diagnósticos de autismo no debe verse como una alarma, sino como un signo de progreso: estamos aprendiendo a mirar con más empatía, rigor y humanidad a las infancias neurodivergentes. ¿El reto? Que esa mirada se traduzca en oportunidades reales para todos.